Ontem à tarde um homem das cidades
Falava à porta da estalagem.
Falava comigo também.
Falava da justiça e da luta para haver justiça
E dos operários que sofrem,
E do trabalho constante, e dos que têm fome
E dos ricos, que só têm costas para isso.
E, olhando para mim, viu-me lágrimas nos olhos
E sorriu com agrado, julgando que eu sentia
O ódio que ele sentia, e a compaixão
Que ele dizia que sentia.
(Mas eu mal o estava ouvindo.
Que me importam a mim os homens
E o que sofrem ou supõem que sofrem?
Sejam como eu – não sofrerão.
Todo o mal do mundo vem de nos importarmos, uns com os outros,
Quer para fazer bem, quer para fazer mal.
A nossa alma e o céu e a terra bastam-nos.
Querer mais é perder isto, e ser infeliz.)
Eu no que estava pensando
Quando o amigo de gente falava
(E isso me comoveu até às lágrimas),
Era em como o murmúrio longÃnquo dos chocalhos
A esse entardecer
Não parecia os sinos duma capela pequenina
A que fossem à missa as flores e os regatos
E as almas simples como a minha.
(Louvado seja Deus que não sou bom,
E tenho o egoÃsmo natural das flores
E dos rios que seguem o seu caminho
Preocupados sem o saber
Só com o florir e ir correndo.
É essa a única missão no Mundo,
Essa – existir claramente,
E saber fazê-lo sem pensar nisso.)
E o homem calara-se, olhando o poente.
Mas que tem com o poente quem odeia e ama?
|
Ayer a la tarde un hombre de las ciudades
Hablaba en la puerta de la hosterÃa.
Hablaba conmigo también.
Hablaba de la justicia y de la lucha para que haya justicia
Y de los operarios que sufren,
Y del trabajo constante, y de los que tienen hambre
Y de los ricos, que sólo tienen espaldas para eso.
Y, mirando para mÃ, vióme lágrimas en los ojos
Y sonrio con agrado, creyendo que yo sentÃa
El odio que él sentÃa, y la compasión
Que él decÃa sentir.
(Pero yo apenas lo estaba oyendo.
¿Qué me importan a mà los hombres
Y lo que sufren o suponen que sufren?
Sean como yo – no sufrirán.
Todo el mal del mundo viene de importarnos, unos con los otros,
Querer para hacer bien, querer para hacer mal.
Nuestra alma y el cielo y la tierra bástannos.
Querer más es perder esto, y ser infeliz.)
Yo en lo que estaba pensando
Cuando el amigo de la gente hablaba
(Y eso me conmovió hasta las lágrimas),
Era en como el murmullo lejano de los cencerros
En ese atardecer
No parecÃa las campanas de una capilla pequeña
A la que fuesen a misa las flores y los arroyos
Y las almas simples como la mÃa.
(Alabado sea Dios que no soy bueno,
Y tengo el egoismo natural de las flores
Y de los rÃos que siguen su camino
Preocupados sin el saber
Sólo con el florecer y el ir corriendo.
Es esa la única misión en el Mundo,
Esa – existir claramente,
Y saber hacerlo sin pensar en eso.)
Y el hombre se calló, mirando el poniente.
¿Pero qué tiene con el poniente quien odia y ama?
|